• En las Casas del Naval encontrarás el refugio idílico para una escapada rural a La Vera.
  • O, si lo prefieres, puedes sucumbir a propuestas rurales con encanto en Barcelona, Málaga o Alicante.


No es el destino vacacional por antonomasia y, sin embargo, es poner un pie en Extremadura y darnos cuenta de que acabarán faltándonos días. Este es el sabor de boca que nos queda tras adentrarnos en Cáceres para desgranar las sierras y valles que hacen frontera por su norte.

En el empeño por recorrer los pueblos más apetecibles de nuestro territorio, ya adelantamos nuestro idilio con Trujillo, el Parque Nacional de Monfragüe y Guadalupe. Ahora toca hacer lo mismo en los cercanos valles extremeños del norte. Unas tierras con público –y razones más que suficientes– para encandilarnos durante las cuatro estaciones: pozas y gargantas donde refrescarnos en verano, castaños y robles para celebrar el otoño entre una paleta de marrones, las fiestas de Jarramplas y San Blas bajo los picos nevados en invierno, los cerezos floreciendo en primavera…

Los valles de Ambroz y Jerte, junto a la Vera y la sierra de Gata, serán nuestra propuesta para disfrutar de una escapada de cuatro días que huye de prisas y masificaciones. Si buscas un campamento base, la histórica ciudad de Plasencia no te defraudará.

Cerezos y gargantas en el Valle del Jerte

No hay imagen más poderosa en este valle que un millón y medio de cerezos floreciendo cada primavera. Desde la carretera que conecta las principales localidades podremos admirar los frutales dispuestos en terrazas escalonadas que se desenvuelven a ambos costados. Haya flor o no, sus pueblos son la excusa perfecta para recorrer este valle, desde los icónicos soportales y balcones en desnivel de Cabezuela del Valle a la iglesia de Jerte.

cerezos en flor en el valle del jerte, cáceres
Gonzalo Azumendi

Cerca queda el pueblo más alto de Extremadura, Piornal –famoso por su fiesta de Jarramplas–, aunque nada tendrá que envidiarle la vista contraria desde el municipio de El Torno si lo hacemos tomando un café en el Mirador de Aurelio. De camino, los cuerpos desnudos del Mirador de la Memoria nos obligan a detenernos. Esta escultura de Francisco Cedenilla Carrasco es un homenaje a los olvidados de la guerra civil y la dictadura además de aparecer como uno de los escenarios clave en el documental ganador de un Goya ‘El silencio de otros’. La panorámica del Valle del Jerte tampoco tiene desperdicio.

mirador de la memoria en el valle del jerte
Inés Martínez Nass

En nuestra escapada no faltarán rutas de senderismo –las Nogaledas, con algo más de 4 kilómetros y espectaculares cascadas– ni los rincones, igual de pintorescos y mucho más accesibles, como la cascada del Caozo. Aunque si hay un nombre que los extremeños repiten constantemente es el de “los pilones”, las pozas más fotogénicas de la Reserva Natural Garganta de los infiernos. Haga o no tiempo de bañador, merece la pena cumplir con la ruta de una hora para ver esta joya de la naturaleza.

los pilones en la garganta de los infiernos
I love photography

Un monasterio (y bien de pimentón) en la Vera

Como si cambiaran los decorados de una película, los cerezos dan paso a un paisaje de castaños, robles y dehesas. Esta mezcla de verdes y tonos tierra nos acompañará hasta el Monasterio de San Jerónimo de Yuste, donde Carlos I de España y V de Alemania pasó sus últimos años. Recorrer las estancias reales, adentrarse en su iglesia gótica y pasear por el precioso claustro renacentista es todo un placer. Muy cerca queda el Cementerio militar alemán de Cuacos de Yuste, donde yacen las tumbas de soldados alemanes caídos durante la Primera y Segunda Guerra Mundial. Sus cruces negras, perfectamente alineadas, se han convertido en un rincón de paz que admirar desde el silencio y el respeto.

monasterio de yuste en cuacos de yuste
Inés Martínez Nass

Nos adentramos en la localidad de Cuacos de Yuste para patear las calles de este Conjunto Histórico-Artístico famoso por sus plazas bonitas, desde la semicircular y porticada plaza de Juan de Austria a las terrazas de la plaza de España pasando por el encanto de la plaza Fuente de los chorros. Un detalle que nunca falla: perdernos por sus calles entre arquitectura serrana, fachadas entramadas y ristras de pimiento adornando los balcones.

cuacos de yuste
Juan Naharro Gimenez

Entre secadores de pimentón y tabaco, una ruta por la Vera nos descubre que los pueblos pintorescos y las piscinas naturales –"las pilatillas"– continuan en lugares como Garganta la Olla. Recomendamos seguir hasta Jarandilla de la Vera para tomar algo en su castillo reconvertido en parador y, por supuesto, hacernos con todo el 'stock' de pimentón posible.

La Sierra de Gata, el secreto mejor guardado

Haciendo frontera con la provincia de Salamanca y con Portugal aguarda la Sierra de Gata. Llegaremos tras adentrarnos en los densos mantos de pinos y castaños, así como en los olivares que le han valido una denominación de origen a su aceite. Intacta, parece ajena la mundo que la rodea a excepción de la carretera que nos llevará a pueblos tan pintorescos como Robledillo de Gata. La postal de casitas de pizarra y calles estrechas encajadas en la montaña nos dejará sin palabras. Nada como completarlo con un paseo hasta su hospital del siglo XV y sus ermitas para luego darnos un festín a secreto de ternera en La bodega del marqués, junto al río Árrago.

calle en robledillo de gata
Inés Martínez Nass

Si esta sierra es la gran desconocida, la sorpresa al descubrir pequeños pueblos que mantienen la esencia tradicional como Gata u Hoyos será todavía mayor. En Trevejo destacan los restos de un castillo construido sobre una fortaleza musulmana del siglo XII que fue destruido durante la invasión francesa. A pesar de que solo se conserva parte de la torre y de sus murallas, sigue siendo un importante reclamo. Vamos a por nuestro último reducto: San Martín de Trevejo.

castillo de trevejo
Jose Antonio Rojas

Aquí, a las calles empedradas y fachadas entramadas que nos vienen acompañando hay que sumar rasgos los propios de su arquitectura como los ‘tozones’, unas curiosas vigas de maderas con caras talladas a sus extremos o las ‘boigas’, plantas bajas que servían para cobijar al cerdo. Igual de propio será escuchar a sus habitantes hablar en ‘a fala’, dialecto de influencias gallegas y portuguesas y acabar el día tomando un vino autóctono en su impecable Plaza Mayor.

Despedirnos en Hervás, en el valle del Ambroz

Entre Jerte y Cabezuela del valle arranca la carretera que nos llevará hasta el puerto de Honduras. Aunque lo cómodo para llegar a Hervás es hacerlo desde Plasencia y por autovía, lo bonito es adentrarse en este circuito de curvas –que requieren concentración y precaución– hasta perder la cobertura. Quizás toque aminorar si se nos cruza un rebaño de cabras, pero nada supera el acto de continuar por la lengua de asfalto que se adentra en los bosques más espectaculares. Ya en Hervás, comprobaremos que su judería es una de las mejor conservadas de España. También que se come de cine en direcciones como Sésamo, con las más exquisitas carnes y productos de temporada.

iglesia en el barrio judío de hervás, cáceres
Ana Maria Serrano//Getty Images

Un plan perfecto para toda la familia será completar la Ruta de la Chorrera y adentrarnos en un bosque de robles y castaños hasta la cascada cerca del nacimiento del río Ambroz. Este camino adquiere un significado especial si se hace durante las rutas, degustaciones y conciertos del "otoño mágico" que festeja cada año el Valle del Ambroz.

Al norte extremeño le queda combustible para muchas escapadas más, como Coria, con su majestuosa catedral, o a las ruinas de la ciudad romana de Cáparra, en el Valle de Alagón. También la naturaleza salvaje de las Hurdes, entre humildes pueblos de pizarra y vistas como las del meandro del Melero. Tranquila, ¡todo es cuestión de organizarse!