Que Cádiz concentra muchas de las playas con las que soñamos cada verano no es ninguna novedad. Es más, podríamos aplicarlo sin problema al resto de Andalucía y viajar desde las calas de Cabo de Gata hasta las playas infinitas de Huelva, pasando por la costa de Nerja, sin tener queja alguna. Sin embargo, seguro que hay más de un despistado que no ha comprobado –de momento– todo lo que un viaje a la costa gaditana tiene que ofrecer.
Por eso, hemos desgranado esta ruta de aproximadamente 50 kilómetros de costa con infinitas opciones de playa, sol y feroz viento. Precisamente los amantes de los deportes de viento, como el windsurf o el kitesurf, han trazado aquí su particular paraíso. Los gustosos del buen comer, también. Entre tanto chiringuitos de moda y restaurante con solera, destaca una materia prima: el atún rojo, que en localidades como Zahara de los Atunes y Barbate se profesa como una religión.
Sin embargo, también hay hueco para las lecciones de historia, gracias a la extremadamente bien conservada ciudad de Baelo Claudia, para dunas colosales en Bolonia, paseos serpenteantes por las calles encaladas de Vejer de la Frontera o paseos hasta el Faro de Trafalgar.
Tarifa
Tratar de acotar la costa gaditana puede parecer una imprudencia, sobre todo cuando se tienen centenares de kilómetros de arena y pueblos auténticos bañados por el mar. Sin embargo, Tarifa es un auténtico punto de partida. Situada entre dos mares, el Atlántico y el Mediterráneo, Tarifa se debe a su historia, mucho antes de convertirse en la meca del windsurf. Restos rupestres, huellas romanas… y una mole que resiste el paso de los siglos, hoy conocido como el Castillo de Guzmán el Bueno. Levantado por Abderamán III en el siglo X, es uno de los mejor conservados en España.
La isla de las palomas
Las murallas –y la excepcional puerta de Jerez– encierran ese entramado de calles blancas repletas de tiendas de ropa y complementos, pequeñas tabernas y ese ambiente desenfadado que tanto nos pide el cuerpo estando de vacaciones. Si enfilamos el mar, nos queda la isla de las Palomas y la playa de los Lances, nuestra arrancada de costa salvaje. Si se busca probar un bocado auténtico –y cargado de atún–, El Lola. El relax a pie de playa lo pone el chiringuito Carbones 13, la aventura culinaria de Raquel Meroño y Santi Carbones.
Playa de Valdevaqueros
Aunque parezca que saltamos de playa en playa, cada una es única y especial. Solo hay que ver la playa de Valdevaqueros para comprobar por qué es una de las más deseadas de España: las velas y cometas surcan su famoso viento de Levante mientras las dunas moldean su fina arena dorada. Amplia y salvaje, sus chiringuitos actúan como un imán sobre todo en los meses de temporada alta. Quédate con el mítico Tumbao, con la propuesta gastro veraniega de Dani García en BiBo Beach House o continúa hasta Punta Paloma para degustar las variedades de atún en El Mirlo.
Bolonia
Sumergirte en la playa de Bolonia está bien, pero recuerda que también aguarda una poderosa lección de historia al llegar. El conjunto arqueológico de Baelo Claudia que data del siglo II a.C., es uno de los mejor conservados del mundo y un maravilloso ejemplo de urbanismo romano. Comprenderemos cómo se articulaba aquí la vida, gracias a los restos de templos, barrios o de su foro. Nos deja una imagen preciosa con el mar de fondo y una historia en la que podremos profundizar gracias a su museo.
Ahora sí, a más de 30 metros sobre el nivel del mar, la duna de Bolonia es la absoluta protagonista, rodeada por un manto de pinos y ofreciendo la panorámica más bonita de la playa de Bolonia, una de las eternas favoritas. Salvaje e indomable, aquí encontrarás a quienes se baten con su viento y quienes prefieren completar la espera desde los chiringuitos y restaurantes de El Lentiscal, como Sirocco o Las Rejas. Casi cuatro kilómetros de felicidad bajo el refugio de Punta Camarinal.
Playa de Cañuelo
A los pies del Faro de Camarinal queda un recodo de arena y aguas tranquilas al que se accede exclusivamente a pie, tras adentrarnos en el bosque de pinos. Resguardada, sin chiringuitos y de tradición nudista, es una de esas playas recónditas y sin masificar que merecen el esfuerzo. Y, por supuesto, antes de marchar no olvides completar el sendero hasta el faro. Partiendo desde Bolonia no llega a los dos kilómetros por lo que es una ruta sencilla que, una vez completada, permite descender por una pasarela de madera y conectar con el búnker de la II Guerra Mundial.
Playa de los Alemanes
Hacemos parada técnica donde, según dicen, se refugiaron alemanes nazis tras la segunda Guerra Mundial. Fuera para quedarse, para utilizarlo como punto de partida a continentes más alejados o simplemente porque esta playa sirvió como punto de vigilancia alemán durante la contienda, lo cierto es que no faltan razones para sumergirnos en sus aguas y admirar las impresionantes casas que se descuelgan sobre su ladera.
Zahara de los atunes
La calma de Zahara de los Atunes se desafía cada verano, cuando fervientes de todas partes de nuestro territorio –y del extranjero– se acercan a probar sus aguas y su deliciosa gastronomía. Tanto aquí como en Barbate el atún se convierte en palabras mayores. Mucho ha cambiado esta antigua villa pesquera, excepto la pasión por este manjar y su tradición forma de pescarlo mediante la técnica de almadraba.
Algunos de nuestros lugares favoritos para probar sus infinitos cortes y formas de presentación: El refugio (Zahara de los Atunes), un clásico a pie de playa y bajo una higuera centenaria o Zoko Zahara, que ha llevado la pasión por este manjar con su famosa ‘pornografía de atún salvaje de Almadraba’ hasta Madrid.
Barbate
Cuando playa y pasear hasta su puerto se te queden cortos, cálzate las deportivas para completar el sendero del acantilado con la compañía del mar. Arranca en la Playa de Hierbabuena hasta Los Caños de Meca. Siete kilómetros donde avistar, desde altura, de piedra atizada por la fuerza del mar. Un mirador labrado pro la naturaleza que pasa junto a la torre del Tajo.
Darle la espalda momentáneamente al mar está justificado si a 20 minutos tenemos la oportunidad de adentrarnos en las calles blancas de Vejer de Frontera. Sus miradores, su castillo y sus historias en torno a la figura de la Cobijada lo convierten en el complemento perfecto a nuestra ruta.
Los caños de Meca
De vuelta a la costa nos espera Los Caños de Meca, entre playas eternas, la silueta del Faro de Trafalgar y ese espíritu hippie que marcó a toda una generación. Conil de la Frontera, Chipiona… La costa gaditana guarda muchos otros tesoros bañados por el mar. Habrá que estirar las vacaciones tanto como se pueda para recorrer este pedazo de tierra a merced del Atlántico que tantas alegrías nos provoca verano tras verano.